David Molina-Molina

Entre los muchos esfuerzos desarrollados para entender su entorno, la humanidad ha encontrado en el estudio de la naturaleza un espacio de reflexión particular, en el que ciencia y arte coexisten por largos siglos de tradición paisajística, compartiendo una pulsión entre lo sensible y lo racional que confluye en el deseo de describir los fenómenos que continuamente observa. Durante el transcurso de este tiempo extendido, las interrogantes sobre lo natural han sobrepasado la nostálgica contemplación propia del romanticismo, para dar lugar a nuevos métodos de análisis del ambiente que nos rodea y, junto a este, de cada uno de los elementos que configuran sus dinámicas.


Bajo esta premisa, y basados tanto en los detalles de pequeños organismos como en las grandes manifestaciones que dan forma visible al cosmos, muchos exploradores viajeros -entre los que destacan nombres como Alexander von Humboldt, Auguste Morisot y Henri Pittier- se encargaron de registrar y describir el mundo que envolvía al ocaso de siglo XIX occidental, entre el rigor de la investigación científica y la belleza propia del descubrir:


Así (…) “donde quiera que alguna planta cubra el suelo, el sentimiento de la naturaleza grande y libre arropa nuestra ala, y nos revela -como por una misteriosa inspiración- que las fuerzas del Universo están sometidas a leyes”. Alexander von Humboldt, Cosmos (1845).


Consciente de estas lógicas y de las posibilidades poéticas de la naturaleza (y bajo una continuidad revisionista del legado de estos pensadores), el artista David Molina-Molina recoge en su muestra Fitoformas, la unidad y armonía de una acumulación de observaciones extraídas del imaginario de su paisaje natural. A través de medios como la cerámica, el collage y la fotografía, Molina-Molina propone la construcción de una iconografía paisajística que obedece a búsquedas individuales, entre siluetas que se inscriben en una tradición de formas orgánicas (presentes a lo largo de la historia de la cerámica en Venezuela), que a su vez se desprenden de los convencionalismos propios de la técnica para situar su lenguaje en una experiencia contemporánea del entorno.


En este paisaje propuesto por Molina-Molina, el creador abraza con el mismo ardor los descubrimientos de siglos anteriores y las perspectivas acordes a los tiempos que transcurren, mientras experimenta con imágenes botánicas y analiza el detalle de los fenómenos naturales sin sucumbir ante su representación. Así, las siluetas fitomórficas moldeadas por el artista se relacionan a nuevos materiales que permiten entrever una presencia intrínseca al paisaje: la del cuerpo y su vínculo con la naturaleza, pero sobre todo, del impacto que genera en esta su paso y existencia.


Finalmente, partiendo de la cerámica como medio expresivo central, las lógicas propias del proceso le brindan a David Molina-Molina la capacidad de explorar infinitas analogías a través de un acto fundamental y ancestralmente humano como lo es moldear la tierra con las manos, y con ello, dar la forma deseada al paisaje. Es así como en Fitoformas, David propone una nueva revisión de la naturaleza entendida como ecosistema, a través de la observación de sus detalles, dimensiones, interrelaciones y afectos, encontrando en el registro cotidiano de las grafías naturales, nuevas posibilidades de reflexionar sobre las fuerzas perennes, inevitables y en transformación constante de aquello que como humanidad hemos decidido llamar paisaje.


Manuel Vásquez-Ortega


David Molina-Molina