David Molina-Molina

La naturaleza es bella cuando hace el efecto del arte; el arte a su vez no puede llamarse bello más que cuando, aunque, tengamos conciencia de que es arte, nos haga el efecto de la naturaleza. Immanuel Kant, Crítica del Juicio § 45.


En el gesto performático de David Molina Molina, el cuerpo se convierte en territorio, y el territorio, en posibilidad de disolución de los límites entre lo humano y lo no-humano. Su acción artística Las Pieles del Paisaje se inscribe en una constelación de prácticas contemporáneas que cuestionan radicalmente las nociones tradicionales de naturaleza, proponiendo una mirada postnatural que reconoce las ecologías como sistemas hibridados, intervenidos y profundamente alterados por la presencia humana.


Lejos de la nostalgia por una naturaleza virginal «esa ficción romántica que el Antropoceno ha hecho triza» Molina opera en el cruce entre lo efímero y lo especulativo, articulando una narrativa crítica donde el cuerpo, cubierto de arcilla cruda, se convierte en archivo de tensiones: entre lo que fue y lo que podría ser. La arcilla, aún húmeda, aún sin fijar, se adhiere a la piel como un segundo órgano: frágil, arcilloso, poroso. Un material que en su devenir hacia la piedra aún conserva la huella del agua, del tacto, de la inestabilidad.


Este trabajo remite directamente a lo que algunas teóricas como María Ptqk han llamado “historias de la postnaturaleza” como lo fue el proyecto “Más acá. Experiencias fílmicas para regresar a Tierra”[1]: relatos donde las fronteras entre lo vivo y lo no vivo, lo orgánico y lo artificial, ya no se presentan como opuestos, sino como continuos. Molina no busca representar la naturaleza; la encarna, la tensiona, la transforma. Su performance es un acto de transducción, donde el cuerpo no solo es superficie sino también medio y mensaje. En este sentido, el artista se sitúa dentro de una genealogía de prácticas que abogan por una empatía postnatural, entendida como la capacidad de imaginar mundos en los que nuestras relaciones con lo no-humano ya no estén mediadas únicamente por la lógica del control y la explotación.


Así, la pregunta sobre si aún es posible distinguir lo vegetal natural de lo artificial se transforma en una provocación: ¿qué sucede cuando nuestros cuerpos, nuestros alimentos, nuestros paisajes, ya no pueden ser clasificados bajo dicotomías binarias? Molina propone pensar en el cuerpo humano como un ecosistema permeable, como un nodo en una red de contaminaciones recíprocas. La piel se vuelve paisaje, y el paisaje, piel.


Desde una perspectiva museográfica, la mirada hacia escenarios inspirados en la ciencia ficción no es una fuga del presente, sino una herramienta para pensarlo desde otros lenguajes. La ficción especulativa, al igual que la arcilla antes de la cocción, mantiene la posibilidad del cambio: es forma abierta, archivo en movimiento, imaginación radical. En ese sentido, Las Pieles del Paisaje se convierte en una arqueología futura, una excavación del presente a través de los restos por venir.


Este tipo de prácticas tensionan los límites del arte contemporáneo, no sólo en términos estéticos, sino también políticos y éticos. ¿Qué modos de ver, de hacer y de cuidar son posibles en un mundo donde lo natural ha sido profundamente modificado? ¿Cómo puede el arte operar como plataforma de pensamiento sobre estos procesos?


David no ofrece respuestas cerradas, sino superficies quebradas, frágiles, que invitan a ser tocadas, destruidas, reconstruidas. Como si nos dijera que es en esa vulnerabilidad «en esa grieta entre lo que se rompe y lo que aún no se ha endurecido» es donde podemos imaginar nuevas formas de habitar el mundo.


[1]Ptqk, M. (7 de junio de 2025). Más acá. Experiencias fílmicas para regresar a Tierra. https://www.mariaptqk.net/mas-aca/

Javier Vivas


David Molina-Molina