David Molina-Molina

El paisaje es una concreción de la relación entre forma/cuerpo, lo recorremos y percibimos con todos nuestros sentidos. No existe si antes no ha sido conquistado por la voluntad física. La dimensión espacial que lo comprende puede ser definida de acuerdo a la existencia del hombre y cómo este afecta su fisionomía. Dar forma al paisaje definitivamente es esfuerzo del cuerpo. Ésta acción surge de la necesidad por experimentar el paisaje desde la construcción de un volumen reivindicando el oficio a través de la aproximación a los múltiples componentes conceptuales que lo definen, a su vez vinculo la esencia que compone las relaciones intrínsecas entre el hombre y la naturaleza construyendo límites espaciales, dialogando con la idea de que una extensión se convierte en paisaje cuando lo delimitamos.


La forma del paisaje es un proyecto en constante desarrollo, el núcleo de la acción se guía por la construcción de un volumen que adquiere “carácter” a través de la suma de movimientos y gestos físicos de dos cuerpos. La búsqueda de la forma está en constante persecución, el tiempo transcurrido y la experiencia son los únicos resultados que dan testimonio de lo ocurrido sobre la materia.


David Molina-Molina