El paisaje se asimila a través de los sentidos y va más allá de lo físico. Como sociedad le concedemos emociones al espacio y lo modelamos según nuestro propio sistema de referencias, de esta forma podemos vivir en una dimensión cultural latente, viva en el tiempo y llena de múltiples signos que imprimen el carácter y la identidad de nuestra propia existencia como individuos. Este significado emocional determina aspectos de la cultura, la memoria, la historia y las experiencias que se derivan de nuestras necesidades en un complejo proceso de relación con las cosas.
Para el Programa de Residencia Artística de la Macolla Creativa me centré en investigar el valor simbólico y afectivo que le otorgan los pastoreños al lugar que habitan. Un ejercicio para encontrarme con la memoria cultural, el tiempo y la naturaleza de la Puerta de Caracas. Me concentré en la acumulación, recolección y delimitación del espacio a través de apuntes para definir los elementos que caracterizan el paisaje, apoyándome en testimonios, registros fotográficos y visitas guiadas en La Pastora junto al cronista Víctor Zambrano quien fue mi guía por las calles durante la residencia, así pude delimitar y procesar la información necesaria para la construcción del discurso plástico.
Algunas de las metáforas resultantes de la experiencia están relacionadas a los procesos de descomposición de la comunidad y cómo los habitantes viven sus vidas en contra del olvido, La Pastora está rodeada por edificios y casas sin identidad como si fueran un muro que los aparta del resto de la ciudad, esa misma modernidad desmedida es un recordatorio de la pérdida cultural que sobrellevan. Poco a poco los ranchos empiezan a sustituir a las casas coloniales, los materiales modernos las despojan de su identidad de época, la tradición, el barro y la tapia dan paso al ladrillo y el cemento como medida contra el deterioro, parecen obligadas a dejarse derrumbar en silencio, sufren sustracciones de identidad. El barrio de las puertas abiertas oculta celosamente la historia dentro de sus casas, los pastoreños cargan sobre sus hombros el peso del tiempo, en cada esquina, en cada rincón, en cada rostro podemos ver huellas de su cultura y su memoria, cada ciudadano tiene conocimiento de la herencia que resguarda a través de lo anecdótico y la tradición oral, están sometidos a luchar por permanecer en el tiempo.
Después de 15 días en La Residencia Artística de La Macolla Creativa puedo decir que La Pastora es una comunidad cálida y multicultural, que no permanecerá inmóvil, es cambiante y dinámica. La naturaleza que tiene el espacio pastoreño en contextos muy particulares define la vida que existe dentro de su paisaje, un paisaje que se desdibuja constantemente pero se resiste al paso del tiempo.